En diciembre, cuando era niña, era muy divertido despertar, prepararme rápidamente para la escuela y bajar para ver qué había aparecido en el calendario de adviento. A veces amanecía un regalo, otros días no, pero la emoción era la misma. Agradezco a mis padres por tomar el tiempo de hacer este tipo de actividades, la verdad ellos también se veían algo divertidos esperando qué reacción graciosa hacía al ver el regalo, buscando en la bolsita del día como si no hubiera un mañana.
Pero quién dijo que esta tradición era solo para niños. Ahora que los años han pasado, quise compartir un poco de esta emoción infantil con mi familia, dejando un regalo aquí y allá.
Anímate a intentarlo en tu hogar, no importa qué tan grande o pequeño sea el detalle, lo más divertido es recuperar la inocencia infantil y maravillarnos con las pequeñas pero especiales cosas de la vida.